LA ESCULTURA CONTEMPORÁNEA
1 La renovación escultórica del siglo XIX: Rodin
El Impresionismo era un movimiento fundamentalmente pictórico, pero ejerció en las décadas finales de siglo una influencia profunda en la música, la literatura y la escultura. En principio no parecía la escultura el procedimiento idóneo para representar los cambios constantes de luz en la naturaleza. No obstante algunos maestros supieron introducir juegos lumínicos en sus esculturas mediante una renovación de sus técnicas y de entre todos ellos sobresale Auguste Rodin.
La personalidad de Rodin desborda los límites del impresionismo. Su obra fue rechazada por sus contemporáneos a excepción del Beso que disfrutó de aceptación popular. Fue en un viaje que realizó a Bruselas en 1871 cuando descubre los efectos del Barroco Flamenco, la vida que bulle en las obras de Rubens. En 1875 viajó a Italia y quedó seducido por el sentimiento de «terribilitá» de Miguel Ángel.
A partir de entonces su arte rompió con todos los cánones académicos. Gozó del favor de los críticos e incluso del arte oficial ya que realizó varios encargos para el Estado, sin embargo, el gran público no entendió su arte y se burlaban de sus obras. En esta segunda fase se incluyen obras como El beso y El pensador, donde el deterioro de las anatomías anuncia las deformaciones del Expresionismo.
El principal componente en la escultura de Rodin es el movimiento y después la luz. En él se funde una técnica impresionista que, con la rugosidad de las superficies y la multiplicación de planos causada por el movimiento, obtiene efectos de luz cambiante. En El pensador se refleja notablemente su influencia Miguelangelesca.